Antes, cuando era lila me gustaba más. Antes, creía en esa cosa. Esa cosa que mata y destroza. Y la deseaba más que a nada. La imaginaba más dulce que una latita de leche condensada. La imaginaba indiscutiblemente perfecta. Ahora que soy rojo, no quiero conocer nunca esa cosa. Ya se que no es dulce, que no es perfecta, que no es lo que quiero. Aunque Sabina, a veces (sólo a veces) me haga extrañarla.
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