Lo poco de lila que me queda

jueves, 17 de enero de 2008

Cuando mis besos encuentren un par de labios cansados de esperar como los míos, entonces mi riñón dejará de sentirse solo. Una mano divina me abrazará el costado y secará mis lágrimas, y me dirá por siempre. Puede que no lo crea. Pero también puede que me olvide del escepticismo tétrico que me dejó sin esperanzas… y vuelva a quedarme ciega.

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